En Notas sobre el nacionalismo, George Orwell escribió que el nacionalismo era “hambre de poder mitigada por el autoengaño”. Empleaba un concepto del nacionalismo que es más amplio que el que utilizamos habitualmente. Designa “la propensión a identificarse con una sola nación u otra unidad, colocándola por encima del bien y del mal y sin reconocer otro deber que promover sus intereses”. Ese nacionalismo, que el autor británico contraponía al patriotismo y que se caracteriza por la obsesión, la inestabilidad y la indiferencia a la realidad, estaba presente en los comunistas y en los trotskistas, en los católicos proselitistas como Chesterton y en los imperialistas británicos, en los sionistas y los antisemitas.
Orwell terminó de escribir su breve ensayo en mayo de 1945. Una fuerza poderosa en la construcción de la política europea en los últimos decenios ha sido la conciencia de la amenaza del nacionalismo: del nacionalismo en el sentido amplio que empleaba Orwell, pero también de las ambiciones y los peligros del Estado-nación, que destruyó Europa dos veces en treinta años.