Daniel Gascón

Mes: agosto, 2014

EL PASADO NUNCA MUERE

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1.

¿Sirve de algo conocer la historia?, por Adam Gopnik.

2.

¿Cómo se cruza una línea roja de Estados Unidos? Despacio. Por Max Fischer.

3.

Cuando bailas con un oso, no dejas de bailar cuando te cansas. Terminas cuando el oso está cansado: Philip Bobbitt cita esa frase de Robert Strauss escribiendo sobre aliados y enemigos.

4.

La guerra en Europa no es una idea histérica, por Anne Applebaum.

5.

¿Es Podemos una alternativa para la izquierda?, por Antonio Roldán:

6.

Legalidad y democracia: palabras mágicas, por Antonio Zabalza.

Porque cuando Mas habla de legalidad, nadie sabe a ciencia cierta a qué se está refiriendo. En su reunión con los medios el 5 de agosto dijo, de forma un tanto enigmática, que la ley de consultas “será una ley”. ¿Qué quiso decir con esta aparente obviedad? Acaso que la ley de consultas ¿será una ley auténtica, dotada de la autoridad que le confiere su promulgación por parte de una institución del Estado (el Parlamento catalán) cuyas competencias amparan esta acción, y circunscrita a prescripciones sobre las que esta institución puede legislar? Si fuera así, sería difícil explicar los cuatro votos particulares (sobre un total de nueve) del dictamen del 19 de agosto del Consejo de Garantías Estatutarias de Cataluña, criticando que el proyecto de ley pretenda dar cobertura a un “referéndum encubierto” sobre la secesión de Cataluña. Sin enmiendas muy sustanciales en lo que resta de trámite parlamentario, la ley de consultas no será una ley porque el Parlamento catalán no tiene competencias sobre esta cuestión, ni el colectivo de españoles interesados cabe en su jurisdicción. Y aun si tales enmiendas fueran aceptadas, la ley resultante, que entonces sí sería una ley, no daría cobertura a la convocatoria de un referéndum sobre la secesión: la ley de consultas sería una ley auténtica, pero la convocatoria un acto ilegal.

En la misma comparecencia del 5 de agosto, como anticipándose a estas dificultades, Mas echó mano de la segunda palabra mágica: democracia. “La consulta debe llevarse a cabo bajo tres grandes parámetros, que son la democracia, las leyes y el diálogo; no solo las leyes y el diálogo”. Añadiendo “democracia” a la condición de “legalidad”, Mas pareció mostrarnos la clave que le autoriza a proceder con sus planes: la consulta “se hará y será legal” porque “no es el capricho de unos cuantos políticos, sino la voluntad de todo un pueblo”.

El enigma se convierte en despropósito cuando descubrimos que, según Mas, lo que otorga legalidad a la ley de consultas es la democracia. La democracia es el mejor de los métodos para tomar decisiones, para dar y retirar poder a los Gobiernos y para determinar la forma constitucional de los mismos. Pero la democracia no puede convertir en legal algo que no lo es. La legalidad es anterior a la democracia. Viene de la autoridad conferida a las instituciones por una comunidad de gobernados, que acepta las obligaciones derivadas de un cuerpo de leyes de carácter no instrumental, del que nadie puede ser excluido y que, en palabras de Oakeshott, “mitiga el conflicto sin imponer la uniformidad”. Un cuerpo de leyes que establece el procedimiento por el que estas mismas leyes, en todos sus niveles, pueden ser modificadas.

Con independencia de cuáles sean sus palabras, Mas está realmente diciendo que va a utilizar el aparato de poder que el Estado pone en sus manos para organizar un acto (el referéndum) con total desvinculación del marco constitucional del que proceden las potestades de este gobierno. Si se mantiene en lo que ahora anticipa, va a presidir la acción de un Gobierno sin ley y va a utilizar de forma impropia los medios que se le han otorgado como máximo representante del Estado en Cataluña. Por muchas y fuertes que sean las presiones a las que está sometido, Mas, el presidente de la Generalitat, no puede, no debe y esperemos que no haga nada de lo que insinúa que va a hacer.

Pero aún más preocupante es su afirmación de que la consulta se hará respondiendo a “la voluntad de todo un pueblo”. La voluntad del electorado, expresada en las últimas elecciones de noviembre de 2012, determinó mayorías relativas para formar el Parlamento y el Gobierno de una comunidad autónoma, instituciones ambas entre cuyas competencias no figura la organización de consultas sobre la secesión de Cataluña. Los límites de actuación de Parlamento y Gobierno no lo deciden los programas electorales. Sería inconcebible que la arquitectura institucional del Estado variara según el resultado de cada contienda electoral. Las democracias modernas y consolidadas simplemente no funcionan así.

7.

Por dignidad, por Arcadi Espada.

8.

Un viejo y honorable corsé, por Ramón González Férriz.

9.

Un almuerzo con John Lanchester.

10.

La persona más rica en cada país europeo.

11.

Contra la empatía, por Paul Bloom

12.

Héroes, por Luis Faci.

[Imagen.]

AUTORES, LIBROS, AVENTURAS Y DESPEDIDAS

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1.

Michael Specter sobre la activista contra los transgénicos Vandana Shiva.

2.

Un perfil de Mary Beard. Aquí, un ensayo sobre La voz pública de las mujeres.

3.

Soldado, espía y traductor: la vida de C K Scott Montcrieff.

4.

Rosamund Bartlett, que acaba de publicar una nueva versión de Ana Karenina, sobre las traducciones de Tolstói. Aquí, una entrevista sobre su biografía del autor de Guerra y paz.

5.

Españoles en la Gran Guerra: Pablo Rodríguez Suanzes presenta la serie de textos de Fernando Palmero.

6.

Algunos textos sobre Jaume Vallcorba: Antón Castro, Arcadi Espada, Ramón González Férriz, Malcolm Otero Barral y Jordi Puntí.

7.

De Autores, libros, aventuras, de Kurt Wolff (Acantilado), unas cartas de julio de 1917:

De Kurt Wolff a Franz Kafka:

Mi muy admirado y querido señor Kafka:

Para mi gran alegría he podido inferir de una reciente carta de Max Brod que ha estado Vd. trabajando en toda suerte de cosas nuevas. Ante todo me han alegrado estas noticias pues espero poder concluir de ellas que en general se encuentra Vd. bien o, cuando menos, mejor que en los dos últimos años, pues de otro modo no le habría sido fácil hallar el tiempo que requiere la labor literaria.

¿Querría Vd. concederme el gran placer de enviarme una copia a máquina de sus nuevos trabajos?

Le envío is más cálidos saludos.

Suyo afectísimo

[Kurt Wolff]

De Franz Kafka a Kurt Wolff:

Estimado señor Kurt Wolff:

Me alegra enormemente volver a tener noticias directas de Vd. Este invierno, y eso que ya ha quedado atrás, me he sentido algo más aliviado. Le envío una parte de lo aprovechable de este período, trece piezas en prosa. Están muy lejos de lo que realmente quiero.

Con mis más cordiales saludos, suyo afectísimo,

F. Kafka

De Kurt Wolff a Franz Kafka:

Estimado señor Kafka:

Me ha causado Vd. una alegría extraordinaria enviándome sus nuevos trabajos. Por más que, en calidad de autor, no vea Vd. en ellos la meta a la que se ha propuesto llegar, esto es una cuestión privada suya y tal vez resulte siempre comprensible desde el punto de vista del autor. Yo mismo encuentro estas breves piezas en prosa extraordinariamente bellas y maduras, y sería para mí un placer oírle decir que accede a su explotación editorial y qué forma le resultaría más simpática.

[Imagen.]

 

LA EXPEDICIÓN

Un relato adolescente. Ilustrado por Clara León.

VERANOS DE ADOLESCENCIA

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En 2011 Letras Libres publicó un número titulado Veranos de infancia, donde varios escritores españoles hablaban de los veranos de su niñez.

Este año Letras Libres ha publicado un número sobre Veranos de adolescencia. Las ilustraciones, estupendas, son de Clara León.

La inminencia, de Andrés Barba

El lodo y la fiesta, de Jorge Carrión

Noventaydós, de Borja Cobeaga

Adolescencia quemada, de Aixa de la Cruz

La expedición, de Daniel Gascón

Prosélito, de Ismael Grasa

El hombre de la casa, de Enrique de Hériz

Cuando la luz duele, de Nuria Labari

Insolación, de Miguel Ángel Muñoz

Eclipse, de Elvira Navarro

Las afueras del verano, de Eva Puyó

Las verbenas de Felanitx, de Llucia Ramis

Fiesta patronal, de Aloma Rodríguez

La edad lírica, de  Gonzalo Torné.

Escrito en el agua, de Berta Vias Mahou.

[Imagen, de Clara Huete.]

LOS QUE NO CONOCEN LA HISTORIA ESTÁN CONDENADOS A RECREARLA

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1.

Un enemigo común: George Packer sobre el Estado Islámico.

2.

IS: Los enemigos de la civilización:  Una selección de enlaces de Pablo Rodríguez Suanzes.

3.

«Esto es un genocidio medieval«: Un cirujano español escribe desde Erbil. Y un reportaje.

4.

Los once mitos más grandes del conflicto entre Israel y Palestina.

5.

Amazon y Hachette: ¿Qué pensaría Orwell?, por George Packer.

6.

En los días del gran engaño, por Santos Juliá.

7.

¡Firmes, Curro!, por Arcadi Espada.

8.

Exportando festivales étnicos.

[Imagen. La frase del título es una paráfrasis de Christopher Hitchens.]

IVAN KLÍMA SOBRE EL COMIENZO Y EL FIN DEL AUTORITARISMO

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Ivan Klíma escribe en El espíritu de Praga (Acantilado), con traducción de Fernando de Castro y Dolors Udina:

El fin de los regímenes totalitarios de izquierdas y de derechas que hemos presenciado, sobre todo en las últimas décadas, nos puede conducir a la errónea y optimista conclusión de que el totalitarismo es algo ajeno a la propia esencia del comportamiento y el pensamiento humanos, así como que los regímenes totalitarios surgieron únicamente por un descuido de la historia. En realidad, mucha gente de manera inconsciente ansía el orden y un gobierno de mano dura; desean ante todo que la opinión, postura o tendencia que ellos adoptaron también sea adoptada por los demás. Recuerdo el entusiasmo con el cual hace cuarenta años se instauró un sistema totalitario en mi país y también las fervorosas ovaciones que acompañaron a la ascensión de Hitler al poder. La primera mitad de nuestro siglo demuestra que los sistemas totalitarios atrajeron a capas enteras de la sociedad, a naciones enteras. Conseguían su popularidad no sólo por medio de la combinación de visiones utópicas y promesas demagógicas, sino también porque satisfacían las ideas que el ciudadano medio tenía sobre el orden y la organización justa de la sociedad. A personas atrapadas en una vida cotidiana y gris les ofrecían un gran ideal, así como la figura de un líder carismático que los aliviaría de la carga de tener que tomar decisiones, de las responsabilidades y los riesgos, y que además los conduciría a un objetivo que daría sentido a sus vidas. En un primer momento, muchos aspectos de un sistema totalitario resultan deslumbrantes: su resolución, la claridad de su programa y la eficiencia con la cual resuelve problemas que la democracia –ya por su propia naturaleza– no está en condiciones de resolver. Así, el sistema totalitario prohíbe aquello que desagrada al ciudadano medio y ordena aquello que le resulta formidable. El régimen reparte lo que confiscó o robó durante su emergencia, atemoriza, encierra o mata a aquellos que se muestran en desacuerdo con él, y de ese modo crea una apariencia de unidad, la cual en los primeros momentos llega a tener un efecto casi mágico. Ese efecto se ve afianzado a través de magníficas y fastuosas celebraciones, manifestaciones y desfiles. En sus inicios, el régimen totalitario parece fuerte precisamente por el apoyo de las masas del que goza y por la cohesión que muestra hacia el exterior.

[…]

Un régimen totalitario debe esforzarse sin descanso en mantener la unidad, al fin y al cabo en ella radica su propia esencia; tanto en el plano ideológico como en el social esta unidad está simbolizada por el líder: el fundador, el descubridor, el unificador. Éste encarna no sólo el ideal totalitario, sino también el movimiento que impuso el ideal y el que le dio vida. En la primera fase, gracias a la personalidad del líder y de su séquito (de hecho, son éstos quienes fueron capaces de cautivar a los ciudadanos y –con seguridad y gran determinación– llevan a cabo su idea de orden social), el sistema totalitario se presenta como un sistema dinámico, como un sistema revolucionario que cambia el orden imperante, las leyes, las costumbres y las tradiciones. Sin embargo, el propio principio del totalitarismo presupone que todos se someterán, que todos se unirán en nombre del pensamiento, del líder, del centro de poder. Por tanto, todo sistema totalitario tiene como objetivo, por un lado, la liquidación de la personalidad (a excepción de la del líder, esté ésta encarnada en un único ser humano o en un grupo) y, por otro, el ensalzamiento de la impersonalidad, de gente que, por muy aplicada, entregada y exhaustiva que sea, reprimirá inconscientemente en su interior todo germen de individualidad y cualquier género de iniciativa.

[Imagen.]

JEMERES

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1.

Camboya condena a dos exlíderes de los jemeres rojos a cadena perpetua.

2.

Khieu Samphan y Nuon Chea, rostro presentable y jefe de la «máquina de matar»:

«Una anécdota aclara el fondo del pensamiento del futuro jerarca rojo [Khieu Samphan], cuya filosofía prefigura la tragedia por llegar y que consistía en eliminar a la gente educada de las ciudades. Su antiguo alumno cuenta que Khieu «decía que no podía aceptar que se plantaran los árboles en el campo y que dieran fruto a la capital. Eso significaba para él que el duro trabajo de los campesinos beneficiaba al enriquecimiento de los que vivían en la ciudad».

Khieu formaba parte del círculo de los «parisinos», esos jóvenes estudiantes camboyanos que habían ido a estudiar a París en la décad de 1950. En Francia, se hizo marxista, se unió al PCF e hizo una tesis doctoral en ciencia económica titulada «La economía de Camboya y sus problemas de industrialización». Una tesis que ya anuncia el proyecto de los jemeres rojos, centrado, de manera obsesiva, en el desarrollo rural, y que buscará, gracias a la teoría de la acumulación del excedente agrícola, el lanzamiento del país a la vía de la modernización industrial».

3.

Denise Affonço contó sus padecimientos bajo el régimen en el libro testimonio El infierno de los jemeres rojos (Libros del Asteroide), que ocasionó la muerte de casi dos millones de personas, una cuarta parte de la población de Camboya. Aquí hay un extracto del principio:

«Cuando todos los recién llegados estaban reunidos, el señor Thien nos inculcó, por primera vez, los diez mandamientos de Angkar, que había que aprender de memoria:

-Todo el mundo será reformado por el trabajo.

-No robar.

-Hay que decirle siempre la verdad a Angkar.

-Hay que obedecer a Angkar en cualquier circunstancia.

-Está prohibido expresar los sentimientos: alegría, tristeza.

-Está prohibido sentir nostalgia del pasado, el espíritu no debe vivoat (extraviarse).

-Prohibición de pegar a los niños, porque de ahora en adelante son los niños de Angkar.

-Los niños serán educados por Angkar.

-Jamás quejarse de nada.

-Si cometéis un acto contrario a la línea directriz de Ankar, haréis autocrítica en público en las reuniones diarias de adoctrinamiento, que son obligatorias para todos.

El señor Thiên hablaba en jemer: yo entendía lo que decía, pero, como no sabía leer ni escribir en esa lengua, tuve que transcribir fonéticamente los sonidos que oía para memorizar esta lección de buena conducta que a partir de entonces tendríamos que recitar en cada reunión.

A continuación, apunto las instrucciones sobre nuestra “apariencia”:

-Nunca llevaremos ropa de colores.

-Teñiremos de negro todas nuestras ropas, con la ayuda de un zumo de fruta llamada makhoeur que crece en la isla, por lo que hay que machacar las frutas y sacar el zumo que luego herviremos con las ropas durante una hora aproximadamente.

-Las mujeres se cortarán las uñas y el pelo: ni hablar de uñas largas y manicura; el pelo estará corto, rapado.

-Iremos descalzos: ni zapatos ni sandalias.

-Las personas que tengan problemas de visión no tendrán derecho a llevar cristales correctores porque ya no serán necesarios.

-Cuando os sentéis en un banco o una silla, está prohibido cruzar una pierna por encima de otra, porque es un signo externo del capitalismo.

Después nos explicó nuestra nueva forma de vida: horarios de trabajo, nuevos términos que adoptar en la lengua de todos los días:

-Trabajaréis todos los días desde el amanecer al anochecer: los sábados, domingos y festivos quedan abolidos y el trabajo se repartirá de la manera siguiente: las mujeres irán a plantar maíz cuando estemos en esa época; los hombres se encargarán de desbrozar los terrenos todavía invadidos de maleza o árboles, allí se plantará caña de azúcar.

-No habrá más que dos comidas por día: mediodía y noche, para ayudar a que Angkar ahorre.

-El comercio ya no existe: no hay nada que comprar que ni que vender. Angkar nos distribuirá nuestra ración de arroz cada día, y una botella de leche concentrada por familia y por semana (cuyo color nunca vimos). Para lo demás, os las arreglaréis.

-Para comer, queda prohibida la expresión “pisa bai”, a partir de ahora se dirá “hôp bai”.[1]

-Los títulos de señor o de señora quedan abolidos, todo el mundo será “mit”, “camarada” (“mit” para hombres, “mit neary” para las mujeres casadas, “neary” para una chica joven).

-Todo el mundo hablará jemer, queda prohibido hablar en francés, chino o vietnamita.

 

Tras este discurso, el resto de la primera jornada se dedicó a poner en práctica las nuevas directrices. Las mujeres del pueblo nos cortaron el pelo. Yo no pude evitar llorar al ver cómo caían los mechones de mis largos cabellos, bajo los golpes secos de las tijeras oxidadas, pero más tarde, cuando ya no me quedaba jabón ni champú y mi cabeza estaba cubierta de piojos, me alegré de estar totalmente afeitada. Después nos indicaron dónde encontrar los árboles que daban makhoeurs para teñirnos los vestidos. Para cogerlos, había que golpear las ramas con una larga varilla de bambú, después apresarlos con un mortero, finalmente encontrar los recipientes adecuados para teñir nuestras ropas. Nada era gratis; ellas negociaban sus servicios e informaciones a cambio de medicamentos o arroz. A partir de ese día, el arroz, la sal, el azúcar y los medicamentos se convirtieron en la moneda más valiosa, lo aprendí a medida que me hundía en el infierno.

Desde el segundo día, todo el mundo se puso a trabajar. ¡Había que adaptarse, y rápido! Para nosotros, que no conocíamos en el trabajo agrícola, que nunca habíamos vivido en el campo, y en particular para mí, comenzaron los trabajos forzados. Los lugareños distribuyeron picos entre los hombres y los llevaron al otro lado de la isla para  empezar a limpiar la tierra; las mujeres del pueblo reunieron a las mujeres y los niños, y los condujeron a los campos ya roturados para que sembraran.

¿Cómo se anda con los pies descalzos, sin estar acostumbrado, sobre la tierra removida, calentada y endurecida por el sol? El primer día, sufría un martirio cada vez que ponía un pie delante de otro en los surcos. Los lugareños, inmisericordes, se burlaban de mí perversamente: “¡Mirad cómo andan los de ciudad!”. Y las mujeres imitaban mi forma de andar. Intentaba aguantar, con los ojos arrasados de lágrimas… pero no, no se podía llorar, aunque perdieras a un ser querido. He de confesar que no toda la gente de Phnom Pehn era tan torpe como yo, algunos eran de campo y caminar descalzos les parecía muy sencillo.

Los días siguientes, aprendimos a meter en la tierra los granos de maíz, depositando tres o cuatro en cada agujero, con unos treinta o cuarenta centímetros de separación. También tuve que aprender a sacar agua del río, a llevar los cubos llenos a continuación ayudándome con una pértiga colocada en equilibrio sobre la espalda para regar los surcos.

A partir de los ocho años, los niños participaban en todas las faenas. Los más jóvenes, entre los que se encontraban Jeannie y Ha, se quedaban en casa todo el día. Dos o tres veces por semana iban a buscar madera para la cocina con niños de su edad. Ni hablar de jugar, eran capaces de trabajar: Angkar se encargaría de convencerlos. Los jemeres rojos pensaban que los niños eran como una hoja de papel en blanco sobre la que podían escribir lo que quisieran. En poco tiempo, Angkar remodeló el espíritu de nuestros hijos y les transmitió su ideología. Esos monstruos se sirvieron de los niños para espiar a los adultos, sus padres, a quienes consideraban podridos, corruptos e irrecuperables. El objetivo de Angkar era crear una nación nueva, con los buenos granos que hubieran quedado tras la selección.

Después de esa primera jornada de trabajo, estaba tan cansada y entumecida que apenas podía tragar mi precioso cuenco de arroz. Precioso, porque era el último cuenco de arroz blanco al que tendríamos derecho. A partir del día siguiente, vendría sistemáticamente mezclado con maíz; Angkar estaba sin existencias, había que apretarse el cinturón, y alimentar prioritariamente a los niños.

En unas semanas, grandes y pequeños perdieron varios kilos. Los niños ya no tenían ninguna vitalidad, ningunas ganas de jugar, de reír. Mi marido, de naturaleza más bien recia, acostumbrado a su whisky diario y a sus cigarrillos, vio cómo su reserva de grasa se fundía en el espacio de unos días, y tuvo que ponerse a régimen de agua de  lluvia y tabaco conseguido mediante el trueque, enrollado en hojas secas de plátano. Su cara se vació de una manera impresionante.

Unos días después de llegar a la isla de Tukveal, nos convocaron, una mañana, en la pagoda que se encontraba en tierra firme. ¡Todos debíamos festejar la victoria y la liberación del país por parte de los valientes yautheas! Partimos por tanto con nuestro almuerzo en una tartera hecha con una hoja de palmera, que se llamaba “smok”. Había que utilizar las piraguas para volver a cruzar el río.

Convencidos de que volvíamos a casa, los niños estaban contentos… yo misma esperaba en secreto: ¿no circulaban rumores que decían que Angkar devolvía a la población a casa?

Los refugiados llegaban de todas partes, la pagoda se llenó rápidamente; los “espectadores”, prudentemente sentados en el suelo, esperaban pacientemente la llegada de Angkar. Terminó por aparecer… representado por un grupo de tres o cuatro hombres, con su ineludible pañuelo a cuadros blancos y rojos alrededor del cuello y sus sandalias Ho Chi Minh. Uno de ellos, que parecía el jefe del grupo, empezó un largo discurso elogiando a los yautheas pakdevat, los soldados de la revolución, y repasó la historia de Camboya desde el reinado de Sihanouk hasta la victoria de los jemeres rojos.

-Camaradas, antes de nuestra victoria, les habíamos pedido a los extranjeros que hay entre vosotros que abandonaran la capital, y a nuestros compatriotas que se unieran al frente de liberación. ¿Por qué no lo habéis hecho? Sabed que a partir de hoy sois prisioneros, sois prisioneros de guerra de Angkar; en principio, deberíamos fusilaros a todos, pero las municiones son caras… Por tanto, Angkar va a hacer una selección para eliminar a los malos elementos por medio del trabajo y las privaciones. Angkar necesita un pueblo nuevo, puro y trabajador. Todos os convertiréis en kamakors (campesinos) y kaksekors (obreros). No habrá más escuelas, ni más libros; la selva y los arrozales serán vuestra universidad; los conseguiréis con lágrimas y con el sudor de la frente. Vuestro dinero, el de los imperialistas de Lon Nol, ya no tiene ningún valor, será sustituido por la nueva moneda de Angkar. [2] De todos modos, vosotros no tendréis: viviréis del fruto de vuestro trabajo, del trueque y de lo que os distribuirá Angkar.

“¡Escuchad, camaradas! ¡No esperéis recobrar vuestras casas en Phnom Penh! Vuestra ciudad se ha convertido en un almacén gigantesco. Ya no hay embajadas, ni estadounidenses, ni franceses… ¡el país ya no necesita la ayuda extranjera! A partir de ahora, la medicina occidental será reemplazada por plantas… ¡Ya no necesitaremos combustible, las máquinas funcionarán con carbón vegetal! Al irse de nuestro país, los franceses han dejado sus coches, ¡se lo agradecemos! Pero nosotros nos serviremos de nuestras piernas, y recuperaremos los motores para las máquinas agrícolas o para las piraguas, y los neumáticos servirán para fabricar sandalias…».

[1] Las dos expresiones significan “comer”, pero durante el antiguo régimen los burgueses e intelectuales utilizaban “pisa bai”, sobre todo para dirigirse a una persona de más edad o prestigio. La expresión “hôp bai” fue impuesta por los jemeres rojos para borrar toda diferencia social debida a la edad.

[2] De hecho, pegaron a la entrada de la pagoda unos billetes de la nueva moneda, que nunca se utilizaría.

[En la imagen: Choeung EK Genocidal Center de Camboya.]

Una entrevista con Amos Oz en Deutsche Welle.

Amos Oz: Me gustaría empezar esta entrevista de una forma muy poco corriente: presentando una o dos preguntas a sus lectores y oyentes. ¿Puedo hacerlo?

DW: Adelante.

AO: Primera pregunta: ¿Qué harías si tu vecino del otro lado de la calle se sentara en el balcón, sentara a su hijo pequeño en el regazo y empezara a ametrallar tu guardería?
Segunda pregunta: ¿Qué harías si tu vecino del otro lado de la calle excavara un túnel desde su guardería a la tuya para volar tu casa o secuestrar a tu familia?
Con esas dos preguntas le paso a usted la entrevista.

DW: Por supuesto, ahora estamos en mitad de la entrevista. Entiendo que, como en el caso de la segunda guerra del Líbano en 2006 y de la ofensiva de Gaza en 2009, usted apoya la ofensiva israelí en la Franja de Gaza.

AO: No, solo apoyo una respuesta militar limitada y no una respuesta militar ilimitada, como hice en 2006 y como hice más tarde en los combates anteriores en Gaza.

DW: ¿Dónde traza la línea?

AO: Destruir los túneles de dondequiera que vengan, e intentar golpear solamente los objetivos de Hamás y no otros.

DW: Parece que aquí hay un problema. Los túneles son un sistema complejo y es difícil encontrarlos. Las entradas están ocultas en edificios públicos y privados, así que habría que hacer registros casa por casa, lo que implica víctimas civiles. Lo mismo sucede cuando se destruyen lanzadores de cohetes en áreas civiles…

AO: Bueno, me temo que no puede haber forma de evitar víctimas civiles entre los palestinos mientras el vecino se ponga a su hijo en el regazo mientras dispara contra la guardería.

DW: ¿La analogía del niño en el regazo es realmente válida? Gaza está densamente poblada y es inevitable que las posiciones de Hamás estén en áreas civiles.

AO: Sí. Y esa es la estrategia de Hamás. Por eso para Israel es una situación en la que solo puede perder. Cuantas más víctimas israelíes haya, mejor para Hamás. Cuantas más víctimas palestinas haya, mejor para Hamás.
DW: ¿Considera que la actual ofensiva terrestre es limitada o ilimitada?

AO: Creo que en algunos aspectos es excesiva. No tengo una información detallada de lo que está ocurriendo sobre el terreno, pero a juzgar por algunas de las acciones del ejército israelí en Gaza, creo que al menos en algunos aspectos la acción militar es excesiva: justificada, pero excesiva.

DW: ¿Cuál es entonces su propuesta?

AO: Mi propuesta es acercarse a Abu Mazen [el presidente palestino Mahoud Abbas: los editores] y aceptar los términos -que todo el mundo conoce- para una solución de dos estados y la coexistencia de Israel y Cisjordania: dos capitales en Jerusalén, una modificación territorial aceptada por ambas partes, retirada de la mayor parte de los asentamientos judíos en Cisjordania.

Cuando Ramala y Nablus en Cisjordania vivan en prosperidad y libertad, creo que la gente de Gaza hará tarde o temprano con Hamás lo que la gente de Rumania hizo con Ceausescu. No sé cuánto costará, pero está destinado a ocurrir. Simplemente porque la gente de Gaza estará muy celosa de la libertad y prosperidad de la que disfrutan sus hermanos y sus hermanas de Cisjordania en el Estado de Palestina. En mi opinión esa es la solución, aunque no se puede poner en práctica en 24 o 48 horas.

DW: ¿Puede imaginar un Estado palestino que no sea hostil hacia Israel?

AO: Totalmente. Creo que la mayoría de los palestinos no están enamorados de Israel, pero aceptan, apretando los dientes, que los judíos israelíes no se van a ir a ninguna parte, del mismo modo que la mayoría de los judíos israelíes -a disgusto y apretando los dientes- aceptan que los palestinos van a quedarse. No es la base para un luna de miel, pero quizá sí para un divorcio justo como el de la República Checa y Eslovaquia.

DW: Pero eso hace pensar en un Estado palestino con una economía caótica, un gobierno débil incapaz de controlar a grupos radicales y proclive a usar la hostilidad hacia Israel para permanecer en el poder.

AO: Eso depende de cuánto apoyo y ayuda material reciba el nuevo Estado palestino de Israel, de los países árabes ricos y del resto del mundo.

DW: Mucha gente dice que la solución de los dos Estados está muerta, teniendo en cuenta hasta qué punto ha llegado la construcción de asentamientos y carreteras en Cisjordania.

AO: Bueno, hace unos años vi cómo el primer ministro Ariel Sharon retiraba todos los asentamientos judíos y las tropas judías de Gaza en unas 36 horas sin derramamiento de sangre. No sugiero que eso se repita fácilmente en Cisjordania, pero creo que en el mundo nada es irrevocable salvo la muerte.

DW: Sin embargo, el gobierno derechista de Israel tiene una fuerte base de apoyo entre los colonos.

AO: Es un gobierno derechista apoyado por un partido centrista y partidario de la paz llamado Yesh Atid. Y está en las manos de ese partido centrista y más bien partidario de la paz decidir el futuro de este gobierno de derecha.

DW: Ha hablado de una solución a largo plazo. ¿Qué aspecto podría tener una solución a corto plazo?

AO: Las actuales hostilidades solo se detendrán, por desgracia, cuando una de las partes o las dos estén agotadas. Esta mañana he leído atentamente el charter de Hamás. Dice que el Profeta ordena a todo musulmán matar a todo judío en cualquier sitio que lo encuentre. Cita los Protocolos de los Sabios de Sión y dice que los judíos controlaban el mundo a través de la Liga de Naciones y de las Naciones Unidas, que los judíos provocaron dos guerras mundiales y que el mundo entero está bajo el control del dinero judío. Así que apenas veo la posibilidad de un acuerdo entre Israel y Hamás. Yo he sido un hombre de consenso toda mi vida. Pero ni siquiera un hombre de consenso puede acercarse a Hamás y decir: «Vamos a encontrarnos a medio camino e Israel solo existirá los lunes, miércoles y viernes».

DW: Hamás pide que se levante el bloqueo sobre la Franja de Gaza.

AO: Estoy totalmente a favor. Creo que el bloqueo debería eliminarse. Pienso que deberían dedicarse muchos recursos internacionales, árabes e israelíes a la franja de Gaza a cambio de una desmilitarización efectiva. Es una propuesta que Israel debería hacer de forma inmediata.

DW: ¿No transmitiría eso la señal de que los ataques con cohetes son un medio eficaz de ejercer presión?

AO: Si es a cambio de una desmilitarización efectiva de la franja de Gaza, estoy seguro de que al menos el 80 % de los judíos israelíes aprobarán un acuerdo de ese tipo, incluso con el clima militante de la actualidad.

DW: ¿Está usted entre el 85% de los judíos israelíes que quieren que la ofensiva continúe hasta que se obtenga el objetivo estratégico de destruir los túneles y los cohetes?

AO: La única alternativa a que continúe la operación militar israelí es simplemente seguir a Jesucristo y ofrecer la otra mejilla. Yo nunca he estado de acuerdo con Jesucristo sobre la necesidad de ofrecer la otra mejilla al enemigo. A diferencia de los pacifistas europeos nunca creí que el mal supremo del mundo fuera la guerra. A mi juicio el mal supremo es la agresión, y desgraciadamente la fuerza es la única forma de repeler la agresión. Ahí está la diferencia entre un pacifista europeo y un peacenik israelí como yo. Y si puedo añadir una pequeña anécdota: una pariente mía que sobrevivió al Holocausto en Theresienstadt siempre recordaba a sus hijos y a sus nietos que quienes salvaron su vida en 1945 no fueron manifestantes pacifistas con pancartas y flores, sino soldados soviéticos con ametralladoras.

DW: ¿Qué efecto tienen las hostilidades sobre la gente?

AO: Un efecto muy malo. Aumentan el miedo, el resentimiento, la sospecha, la desconfianza. Pero esto sucede con todas las guerras. Es un frecuente supuesto sentimental esperar que de alguna manera los enemigos empiecen a comprenderse y caerse bien, y que al final se reconcilien. A lo largo de la historia las cosas siempre funcionan al revés. Los enemigos , con el corazón lleno de resentimiento, firman un contrato para la paz apretando los dientes y. Con sentimientos vengativos.

DW: Hace 50 años escribió que «incluso una ocupación inevitable es una ocupación corruptora».

AO: No siempre estoy de acuerdo conmigo mismo, pero en este caso sigo de acuerdo conmigo mismo. La ocupación corrompe, aunque sea inevitable. La brutalidad, el chovinismo, la cortedad de miras y la xenofobia son los síndromes habituales del conflicto y la ocupación. Pero la ocupación israelí de Cisjordania ya no es inevitable.
Si yo hubiera empezado la entrevista le habría preguntado cómo está.
Bueno, personalmente no estoy muy bien. Acabo de volver del hospital después de tres operaciones y me recupero lentamente en casa entre una alarma aérea y otra. Durante las alarmas vamos al refugio, esperamos unos minutos y luego intentamos seguir con nuestras vidas.

DW: En el hospital no podía acceder a un refugio. Eso parece aterrador.

AO: No, no lo es. He tenido una vida larga y he estado dos veces en el campo de batalla. Solo es aterrador cuando pienso en mis nietos.

DW: ¿Hasta qué punto se sienten seguros los israelíes?

AO: ¿Hasta qué punto se pueden sentir seguros los judíos en este planeta? No pienso en los últimos 20 ó 50 años sino en los últimos 2000 años. Pero le diré cuál es mi esperanza y mi plegaria por el futuro de Israel. Me gustaría ver cómo Israel desaparece de una vez por todas de todas las primeras páginas de todos los periódicos del mundo y en cambio conquista, ocupa y construye asentamientos en los suplementos de literatura, arte, música y arquitectura. Ese es mi sueño para el futuro.

ESAÚ, LAS LENTEJAS Y LA GRATIFICACIÓN DIFERIDA

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1.

Del Génesis, 25:34:

Una vez, Jacob había preparado un guiso cuando llegó Esaú del campo, agotado. Dijo Esaú a Jacob: «Oye, dame a probar de lo rojo, de eso rojo, porque estoy agotado». Por eso se ve le llamó Edom. Dijo a Jacob: «Véndeme ahora mismo tu primogenitura». Dijo Esaú: «Estoy que me muero. ¿Qué me importa la primogenitura?». Dijo Jacob: «Júramelo ahora mismo». Y él se lo juró, vendiendo su primogenitura a Jacob. Jacob dio a Esaú pan y el guiso de lentejas, y éste comió y bebió, se levantó y se fue. Así desdeñó Esaú la primogenitura.

2.

Escribe Daniel Kahneman en Pensar rápido, pensar despacio (Debate):

«En uno de los experimentos más famosos de la historia de la psicología, Walter Mischel y sus estudiantes sometieron a niños de cuatro años a un cruel dilema. Se les dio a elegir entre una pequeña recompensa (un Oreo), que podían obtener en cualquier momento, y una recompensa mayor (dos galletas, para la que tenían que esperar 15 minutos en condiciones difíciles. Tenían que permanecer solos en una habitación delante de una mesa con dos objetos: una sola galleta y una campana que el niño podía tocar en cualquier momento para llamar al experimentador y recibir otra galleta. Así se describió el experimento: ‘No había juguetes, ni libros, ni fotos ni otros ítems potencialmente distractores en la habitación. El experimentador salía de la habitación y no volvía hasta pasados 15 minutos, o si el niño había tocado la campana, o se había comido las recompensas, o se levantaba, o mostraba algún signo de angustia’.

Los niños eran vigilados a través de un espejo semitransparente y la película que muestra su comportamiento durante el tiempo de espera provocaba siempre las risas de sus espectadores. Alrededor de la mitad de los niños realizaron la proeza de esperar 15 minutos, principalmente desviando la atención de la tentación de la recompensa. Diez o quince años más tarde se había abierto una gran brecha entre aquellos que habían resistido la tentación y los que no la habían resistido. Los primeros dieron puntuaciones más altas en control ejecutivo de tareas cognitivas y, especialmente, en la capacidad de repartir su atención de modo eficaz. Como adultos jóvenes, eran menos propensos a tomar drogas. Asimismo, se puso de manifiesto una diferencia significativa en aptitud intelectual: los niños que a los cuatro años habían mostrado más autocontrol obtenían puntuaciones sustancialmente más altas en test de inteligencia».

[Imagen.]